Peleando la buena batalla
- J. D. Amador Maldonado
- 28 sept 2014
- 2 Min. de lectura
Por delante tenemos una carrera por correr, y la Biblia nos dice que es una carrera llena de obstáculos, de modo que habrá batallas que pelear.
Para pelear la buena batalla debemos empezar por entender que tipo de batalla hemos de pelear. El asunto debe ser aclarado porque en estos años recientes se ha ido incrementando la idea surgida en los 80’s de que nos toca pelear contra el diablo y los demonios para establecer el reino de Dios.
Esa idea ha cargado a la Iglesia con una responsabilidad que no le corresponde, pues le ha dado a entender que si pelea bien, entonces el evangelio es aceptado por más personas. Pero si por el contrario, pelea incorrectamente, los demonios tomarán el terreno y el evangelio retrocederá.
Está idea no es del todo errónea, pero su planteamiento si lo es, pues cuando la Iglesia alumbra a la sociedad en tinieblas, entonces la gente glorifica a Dios (Mt. 5:16, Fil. 2:15). No porque los demonios retrocedan, sino porque el testimonio de la iglesia trae el conocimiento de Dios que lleva la arrepentimiento.
Pero la verdadera lucha que el cristiano pelea es a nivel personal primeramente. Es cierto que debemos interceder por otros y esforzarnos por llevarles a Cristo y edificarles. Pero también es cierto que tal cosa la haremos en la medida en que nosotros mismos vamos siendo transformados.
Y esta transformación, que es lo mismo que correr la carrera, es la que nos coloca en medio de la batalla. Y por lo tanto la victoria que corresponde a la batalla, es el cambio que logramos al vencer lo que se opone a nuestro crecimiento y madurez. Y la victoria final será, llegar a la meta obteniendo el premio prometido por Dios, siguiendo la recomendación del apóstol Pablo “corran de modo que alcancen el premio” (1 Co. 9:24).
¿Pero cómo hemos de pelear estas batallas? La Biblia responde a ello, a lo largo de su contenido. No es una lección de un momento, sino un estilo de vida que diariamente haga uso de lo que Dios nos enseña en su Palabra. Y algo es seguro, nunca nuestras armas serán como las empleadas por el mundo, basadas en la astucia, la arrogancia, la avaricia y la vanagloria. Pues nuestras armas son poderosas en Dios y no poderosas en nosotros mismos.
Esto nos deja claro, nuestras armas funcionan en base a nuestra dependencia de Dios. Y confiamos que haciendo esto, podamos pelear con claridad cada día la batalla que tenemos por delante.
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
2 Timoteo 4:7-8
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