El Instrumento y el Protagonista
- J. D. Amador Maldonado
- 9 nov 2014
- 5 Min. de lectura
Cuando Jesús llevó a cabo su ministerio en la tierra, llamó a hombres comunes del pueblo para acompañarle y para ser instruidos en su Palabra. Ellos habrían de encontrar en Jesucristo la forma de vivir que habrían de llevar durante el resto de sus vidas aquí en la tierra. Y ellos serían los encargados de transmitir este estilo de vida, junto con todas las enseñanzas de Jesús.
Y es de esa manera que el evangelio llegó a nosotros, quienes hemos sido llamados por Dios para unirnos a esta obra. Y al igual que los primeros discípulos, fuimos llamados para encontrar en Jesucristo nuestra forma de vida y transmitirla a los demás. Así que no somos llamados a ser meros espectadores de lo que Dios hace, sino participantes de su obra como herramientas en su mano, como instrumentos para que él ejecute lo que ha decidido hacer en esta tierra.
Aquí es donde inicia nuestra comprensión sobre la vida cristiana. Esta tiene más que ver con un estilo de vida que con una asistencia formal o casual a una actividad semanal, unida a una serie de rituales. Esto es porque pertenecer a Cristo es algo eterno y de más peso que cualquier cosa que hasta ahora hemos vivido.
Si entendemos esto, entonces no batallaremos en obedecer la órden de Jesucristo de que a lo largo del mundo estemos formando discípulos de él que vivan y piensen como él nos lo ha enseñado. Pues ese es el deseo de Dios, que quienes hemos creído en Cristo seamos la imagen de él.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Romanos 8:29 NVI
Continúa la próxima semana.
Dado que Dios nos llama para ser instrumentos útiles en sus manos, es aquí donde debemos meditar: ¿si él espera que hagamos algo para él, debería sustentarnos él mismo?
La realidad es que Dios no es irresponsable en lo que hace, así que no espera de nosotros lo que sabe que no podemos hacer, y más aún, su obra nos lleva a ser cada vez más dependientes de él. Él deja claro que él es quien provee. Pero ¿cómo lo hace? ¿Es algo que cae del cielo literalmente? Bueno, para el pueblo de Israel durante su andar por el desierto si ocurría.
En ese tiempo ocurría que el alimento caía del cielo porque Dios puede hacer eso. Pero pensar que el propósito de ser cristianos es que tengamos todo lo que queramos, y de una manera fácil, es una forma muy equivocada de entender la vida cristiana. De hecho es una forma muy comercial y popular hoy en día.
Pero nosotros ya hemos entendido que el propósito de Dios es transformarnos a la imagen de su Hijo Jesucristo. Por eso Dios bien puede mandar el sustento por su gran poder, pero dado que lo que él está haciendo es transformar nuestros corazones, él prefiere utilizarnos a nosotros para dar y de esa manera proveer lo necesario para llevar a cabo su obra. De esta forma aprendemos a depender de él, pues seguirá proveyendo cuando damos, y también nos libra de ser codiciosos y avaros.
Es un hecho que en varias ocasiones a lo largo de la historia bíblica, su provisión fue dada por medios divinos. Pero él le dijo a su pueblo en ese tiempo que el diezmo era para que en su casa hubiera alimento. Del mismo modo que le dio gracia al pueblo de Israel delante de los Egipcios el día que salieron de Egipto para recibir de ellos todo tipo de regalos, y más tarde les llamó a ofrendar de lo que recibieron, para el santuario que había de levantar Moisés.
Así que Dios provee, y muchas veces a través de su pueblo, porque así es como está transformando nuestra manera de entender la situación económica en la vida cristiana.
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
Romanos 8:32
Continúa la próxima semana.
Dios nos limpia, nos sana, nos capacita y nos forma cada día; ¿y cómo lo hace? Usando la vida de otras personas, principalmente la de nuestros hermanos en la fe.
Y aquí es donde encontramos una de las grandes obras de Dios, él le da sentido a nuestra vida al hacer de nosotros los instrumentos para transformar la vida de nuestros hermanos. Esa es la relación que tenemos como miembros del cuerpo de Cristo. De esa manera Dios va formando a nuestros compañeros del camino que transitamos hacia la vida eterna.
Dios es el que elige y llama, por lo tanto nosotros somos los instrumentos y Dios es el protagonista. Nosotros somos débiles y requerimos ser perfeccionados, pero Dios es poderoso y nuestras vidas son instrumentos en sus manos.
Dios es el que transforma las vidas, nosotros somos los instrumentos para ello, por lo tanto todo logro que pudiéramos decir que es nuestro, en realidad corresponde a Dios. Nuestra vida aquí en la tierra tiene entonces el propósito de cumplir lo que nos corresponde del plan de Dios.
Lo que esto nos enseña, y que debe quedar firme en nuestra mente es que la obra es de Dios. Si algo podemos decir que hemos aportado a lo largo de este camino, han sido los errores, pues todo acierto corresponde a Dios. Y es importante recordar esto porque la Biblia señala que lo único de lo que podemos gloriarnos (o lo único que podemos presumir) es que tenemos relación con Dios.
Es verdad que hoy en día que el humanismo se ha infiltrado en la iglesia con sus herejías destructivas, se le ha dicho al cristiano que se merece lo mejor por ser hijo de Dios (o del Rey). La realidad es que ese no es el pensamiento de un cristiano verdadero, pues todo verdadero cristiano reconoce que somos merecedores de un castigo que Jesucristo tomó en la cruz en nuestro lugar.
Así que Dios, a través del Apóstol Pablo nos recuerda que somos vasos de barro, que se rompen y se desgastan, pero contemos un tesoro que es la excelencia de la obra de Dios en nosotros. Eso es lo que nos muestra que si valemos, es por la obra de Dios y no la nuestra. Que si logramos algo es por la obra de Dios y no la nuestra. Eso es ser instrumentos en las manos de protagonista.
Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.
2 Timoteo 2:21
Comentarios