¿Qué nos mantiene en la carrera?

Muchos que dicen haber creído en Cristo llegan a abandonar el cristianismo por razones que no podríamos considerar justificadas delante de Dios. ¿Qué podríamos decir acerca de esto?

La realidad es que todo ser humano atraviesa tarde o temprano por situaciones difíciles que ponen a prueba sus convicciones, esto no es necesariamente algo reservado para el cristiano. Y no decimos con esto que seguir a cristo sea una opción entre muchas otras. Pero la realidad es que todo ser humano atraviesa por problemas a lo largo de su vida.

Con esto estamos manifestando el hecho de que las dificultades no son un indicativo real de que algo sea correcto o equivocado, de que Dios nos ame o no nos ame, o que seamos buenos o malos cristianos. Esto ocurre cual quiera que sea el camino que se tome.

Y dado que esto ha de ocurrir en la vida del que ha creído sinceramente en Cristo, debemos tener claro que no estamos caminando por lo que vemos, sino por fe (2 Corintios 5:7).

Así que sabiendo que vendrán días difíciles (Efesios 6:13) debemos tener un fundamento sólido para andar este camino y este debe basarse en la convicción del llamado de Dios.

Aquí es donde se manifestará la diferencia entre el que fue llamado por Cristo convencido de ser pecador y necesitado de salvación, y el que vino a Cristo para tener una vida mejor, o el que un día por fin decidió aceptarlo.

El primero se mantendrá en el camino por que está convencido de que Dios lo llamó y está en el lugar correcto a pesar de las dificultades que enfrente, y como la elección es de Dios, todo vendrá a redundar en un fin mejor. Pero los otros dos se volverán atrás, uno decepcionado porque Cristo no le dio una vida mejor y el otro sentirá que Dios le rechazó a pesar de que él le había elegido.

Así que debemos correr esta carrera con la confianza de que el que llama es Dios, y así nos mantendremos firmes, a final de cuentas nuestra fe está cimentada en la Palabra del que todo lo puede.

Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.

Efesisos 4:1